El diputado Jhonathan Vega, con su característico estilo directo, no se guardó nada en el periodo de incidencias de la Asamblea Nacional este 1 de octubre.
Vega reveló una escena surrealista: la directora de Recursos Humanos de la Universidad Autónoma de Chiriquí (Unachi) Iris Candanedo, lo abordó para cuestionarle lo que ella percibe como un intento de desprestigio hacia la gestión de la universidad.
Lejos de amedrentarse, el diputado no tardó en sacar a la luz un tema que parece incomodar a muchos: no solo la directora, sino también su esposo, hijo, hermana y otros allegados están cómodamente emplanillados en la universidad.
Un caso más de nepotismo descarado que, para colmo, viene acompañado de sueldos que no se justifican.
En su intervención, Vega comparó el salario de esta directora con el de su homólogo en la Universidad de Panamá, quien, irónicamente, con mayores responsabilidades, recibe un salario mucho menor.
Con fina ironía, Vega catalogó este entramado como un ejemplo de «sinvergüencería» institucionalizado, una práctica que, a todas luces, se extiende en las capas más profundas de la burocracia universitaria.
Al fin y al cabo, ¿qué es el nepotismo cuando se disfraza de «gestión eficiente»? Aún más cuando esa «gestión» se traduce en beneficios que solo alcanzan a los familiares cercanos. Mientras el país clama por mayor transparencia y equidad, casos como este en Unachi nos recuerdan que, a veces, los intereses familiares parecen ser la prioridad en la política universitaria.
El hecho de que Vega haya traído este tema a colación en el pleno no es más que un reflejo de los tiempos que vivimos: una política en la que los privilegios de unos pocos son la pesada carga de la mayoría.