En un pleno donde la palabra «respeto» parece haberse convertido en el comodín favorito, el diputado Ronald De Gracia, presidente de la Comisión de Economía de la Asamblea, hizo un llamado solemne a, bueno… respetar.
¿El motivo de tanta seriedad? El rechazo del proyecto de ley que buscaba que las empresas corruptas no pudieran seguir metiendo su cucharón en las licitaciones con el Estado.
Sí, ese mismo proyecto que muchos esperaban como un paso hacia la transparencia y la limpieza de las contrataciones públicas. Pero, no, resulta que la honorable comisión dijo que no era procedente. Y claro, ¡hay que respetar!
De Gracia de Realizando Metas pidió a las demás comisiones de la Asamblea que respeten la decisión de la Comisión de Economía. Porque, claro, los diputados de esta comisión, explicaron muy bien su porqué, aunque ese porqué suene a algo que ya hemos escuchado muchas veces cuando hay que ponerle freno a la transparencia.
Según parece, la transparencia en Panamá es como la dieta: todos saben que es buena, pero pocos quieren comprometerse.
Eso sí, lo que realmente llama la atención es que mientras algunos diputados de la nueva escuela luchan por meterle mano dura a la corrupción, el honorable De Gracia –que también es novato en esto de la política, pero parece haber aprendido rápido cómo se juega el partido– parece más enfocado en defender la “sabiduría” de las viejas prácticas. Porque, después de todo, si algo ha funcionado para algunos por tanto tiempo, ¿para qué cambiar, verdad?
Así que mientras en la Asamblea se habla de respetar las decisiones de las comisiones, el resto de nosotros solo podemos observar cómo el discurso de transparencia sigue siendo más un juego de palabras que un compromiso real.
Eso sí, lo que nunca falta en estos debates es la belleza de las formas: discursos bien armados, tonos solemnes, y un guiño aquí y allá para mantener las aguas calmadas. Al final, todo muy bonito. ¿Y el cambio? Bueno, quizás en la próxima legislatura.