La reciente designación de Eddy Rodríguez como embajador de Panamá en Nicaragua ha sido, como mínimo, un gesto audaz del gobierno de José Raúl Mulino.
Rodríguez enfrentó su presentación ante la Comisión de Relaciones Exteriores de la Asamblea con una oratoria que dejó más preguntas que respuestas.
Su falta de soltura para articular ideas claras parecía un ensayo de primer semestre universitario, mientras la audiencia, seguramente, se preguntaba qué era exactamente lo que lo calificaba para este puesto tan delicado.
En redes sociales, el nombramiento ha desatado una ola de críticas que, lejos de apaciguarse, sigue sumando eco.
Muchos se cuestionan cómo un individuo con tan escasa formación y habilidades evidentes para la diplomacia puede representar a Panamá en un país con una situación política tan volátil como Nicaragua.
Mientras tanto, Panamá observa, y en el mejor de los casos, espera que el nuevo embajador logre, al menos, pronunciar correctamente el nombre del país que ahora representará.