La inesperada renuncia de Consuelo Sandoval Meza, embajadora de Nicaragua en Panamá, desata nuevas interrogantes en la relación entre ambos países, ya tensada por la polémica situación del expresidente Ricardo Martinelli, quien permanece asilado en la sede diplomática nicaragüense desde febrero de este año. Fuentes del Ministerio de Relaciones Exteriores confirmaron la dimisión, presentada el pasado 24 de diciembre, en un contexto marcado por acusaciones de irregularidades y violaciones a los principios internacionales del asilo.
¿Una salida forzada por el caso Martinelli?
El detonante principal parece ser la controversia generada por las reuniones políticas que Martinelli, condenado a más de 10 años de prisión por blanqueo de capitales en el caso «New Business», habría estado celebrando en la embajada de Nicaragua en Panamá. Estas actividades llevaron al gobierno panameño, encabezado por el presidente José Raúl Mulino, a convocar a Sandoval Meza el pasado 12 de diciembre para expresar su descontento.
El ministro de Relaciones Exteriores, Javier Martínez Acha, fue claro al pedir que la embajada “cumpla con los convenios internacionales de asilo” y no se convierta en un «centro de actividad política». Este llamado a la orden, según Mulino, fue una decisión suya, subrayando su interés en mantener las reglas claras sobre el manejo del controversial asilo otorgado al exmandatario panameño.
El rol de Martinelli y la sombra de Ortega
La situación se agrava por el uso que Martinelli ha hecho de su asilo: una plataforma para mantener presencia política, a través de redes sociales y reuniones partidistas, desde la embajada. Esta conducta, que va en contra de los principios del derecho internacional del asilo, se ha convertido en un tema espinoso para ambos gobiernos.
A esto se suma la postura del régimen de Daniel Ortega, quien nombró a Sandoval Meza en abril de 2023 y ahora parece distanciarse de la controversia. La dimisión de la embajadora en vísperas de Navidad podría interpretarse como una estrategia para desactivar el conflicto diplomático y proteger los intereses políticos de Ortega, quien mantiene una relación de conveniencia con figuras como Martinelli.
¿Una crisis diplomática en desarrollo?
El trasfondo de esta renuncia no puede desligarse de la presión ejercida por el gobierno panameño. Desde su conferencia del 12 de diciembre, Mulino dejó claro que no permitirá que ninguna embajada en territorio panameño actúe como un espacio de proselitismo político, especialmente en un caso tan delicado como el de Martinelli. Sin embargo, la falta de avances sobre el salvoconducto solicitado por el exmandatario sigue siendo un tema pendiente y potencialmente explosivo.
El daño a la imagen diplomática de Panamá
Más allá de las tensiones bilaterales, este caso expone un vacío de autoridad en la relación entre los Estados y el manejo de las normas internacionales. La ausencia de una solución clara para la situación de Martinelli y la permisividad de actividades contrarias al derecho del asilo debilitan la credibilidad de las instituciones panameñas frente al mundo.
¿Qué sigue?
La renuncia de Consuelo Sandoval Meza es solo un capítulo más en esta intrincada trama que mezcla política, corrupción y diplomacia. Con Martinelli aún asilado y sin claridad sobre su futuro, y con la salida de la embajadora nicaragüense, las preguntas quedan en el aire: ¿Será esta una oportunidad para redefinir las reglas del juego entre Panamá y Nicaragua? ¿O es solo otro movimiento estratégico en un tablero donde el poder sigue estando por encima de los principios?
Lo que está claro es que Panamá no puede seguir permitiendo que figuras condenadas utilicen las reglas internacionales para evadir justicia. La transparencia y la soberanía deben prevalecer sobre la impunidad y las agendas políticas encubiertas.